Yo vengo a ofrecer mi corazón
Hoy llegué a mi casa triste, enojado y con el ceño fruncido. No hace más de media hora que me acabo de enterar de un ataque, otro de tantos, contra la Legión de Cristo. Concretamente contra un legionario, a quien mañana todos los diarios de México achacarán un supuesto “abuso” —leerán ustedes los hechos y verán lo forzado de la palabra— a una niña de seis años. Como miembro del Regnum Christi (somos el Movimiento de laicos de la Legión), ya he tenido que soportar antes ataques similares y peores. Seguro no hace falta ni que los mencione, simplemente con decir “Legión de Cristo” o “Padre Maciel” ya saben ustedes a lo que me refiero.
Lo que hace diferente este absurdo ataque de los otros es que, finalmente, gracias a una luz de Espíritu Santo, me decidí a escribir algo, subirlo a mi blog y tratar, por todos los medios de promocionarlo. Confío en que tendré algo de éxito. La ya familiar sensación de tristeza y coraje me embarga al escribir estas líneas, haciéndome golpear las teclas cada vez con más violencia y me digo: ¡Qué santo tiene que ser un hombre para poder perdonar a alguien que le hace algo así! Pues bien, así lo ha hecho el P. Marcial Maciel, LC, así lo han hecho todos los legionarios atacados y así tengo que hacerlo yo a ejemplo de Jesucristo. Pero ¡cómo cuesta! Cómo cuesta entender por qué alguien inventaría semejante calumnia y la pregonaría a los cuatro vientos. Cómo cuesta entender que una obra que tanto bien hace a México, al mundo y a las almas sea tan atrozmente atacada (para quienes no sepan sobre las obras de la Legión y del Movimiento, visiten http://www.regnumchristi.org). Y cómo cuesta perdonar a aquellos que, por las razones que sean, se lanzan al ataque de la obra de Dios. Pero bueno, como cristianos, ya sabíamos que nos iban a perseguir.
Eso no quiere decir que no me duela hondamente enterarme de los ataques que día a día surgen, no sólo contra la Legión y su fundador, sino contra toda la Iglesia Católica. Y lo más triste es que nadie se levanta a defenderla. Pues bien: ¡Yo me levanto! Yo alzo mi voz. Yo me pongo de pie para gritar, para que se oiga en todos los rincones de la Tierra que hay gente que, como yo, estamos dispuestos a defender a la Iglesia, a sus representantes y a sus obras. Que hay gente que, armada con la espada de San Miguel y protegida por el manto de María, se interpondrá en el camino del demonio y sus secuaces para hacerle más difícil el camino y derrotarlos al final de los tiempos.
Y aprovecho para condenar las expresiones de intolerancia absurda que los simpatizantes de AMLO demuestran continuamente. Desde el 31 de julio de 1926, la Catedral no había tenido la necesidad de cerrarse y suspender sus cultos. Y ese mismo día, estalló la Cristiana, pues los católicos comprometidos no podemos quedarnos cruzados de brazos mientras nuestros enemigos atacan nuestra fe, humillan a nuestros sacerdotes y profanan nuestros templos. Hoy no habrá otra rebelión cristera, pues los tiempos han cambiado, pero sí habrá miles, millones de voces que se levanten para luchar por nuestra libertad de creer y realizar nuestras ceremonias, que los obradoristas quieren quitarnos. Y aún así, me atrevo a advertirles a todos los que atacan y vejan continuamente la fe y la catedral: si hacen falta cristeros, cristeros habrá otra vez.
Hoy me levanto para protestar contra la mentira y el engaño con los que quieren destruir a la Iglesia y, a través de ella, a Dios. No voy a ponerme a defender a la Legión, a su fundador o a sus miembros, pues, según sus propias palabras, en su defensa se pierde tiempo que debiéramos ocupar en salvar almas. Además, quien los conoce, sabe tan bien como yo que no necesitan defensa. Pero sí voy a decir que, con mentiras, ataques, engaños y calumnias, jamás podrán contra la Iglesia, ni, por ende, contra la Legión. No me preocupan los ataques, pues sé que son intentos vanos del demonio por retrasar su derrota final. Pero alzo mi voz para mostrarle al diablo que va a tener el camino difícil. Que los católicos verdaderos y comprometidos no lo dejaremos salirse tan fácilmente con la suya. Porque, como dice Violeta Parra: “Yo vengo a ofrecer mi corazón.” Y confío en que muchos más ofrecerán el suyo por su Dios, por su Iglesia y por aquellos hombres justos que son atacados día tras día en su servicio a Cristo, por los hombres justos y generosos que nadie se atreve a defender.
Por último, quiero invitar a todos los que leas estas líneas a unirse para demostrarle al diablo cuántos somos, para que el mundo, tan hostil a Dios y a la Iglesia, vea cuántos corazones, cuántas almas están dispuestas a alzarse en su defensa. Compañeros, hermanos, católicos del mundo: yo ofrezco mi corazón ¿ofrecerán el suyo?
Por favor escriban a vengoaofrecermicorazo@gmail.com y envíen su nombre (puede ser nick) y sus oraciones y comentarios para publicarlos aquí y demostrar que somos muchos y que estamos dispuestos a alzar la voz. Que no nos dejaremos y que el diablo tiene un serio obstáculo si quiere proseguir con sus mentiras.
martes, 20 de noviembre de 2007
¡VIVA CRISTO REY!
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